5 nov 2010

Llanto Materno

Su madre, sobre él, su hija, a un lado, y su esposa viendo la escena como una extranjera. El sol le molestaba, los rayos ingresaban por la ventana cayendo sobre su cuerpo. Llevaba quince minutos, quince eternos minutos, intentando mover una parte de él, por lo menos un dedo, nada. Solo la esperanza de que arribara un medico y notara que no estaba muerto, que escuchaba, que sentía, que vivía. Algunos vecinos llegaron para ofrecerle el pésame a la familia, entre ellos, amigos de toda la vida, pocos entraban, la mayoría permanecían en la entrada, como asustados de ser contagiados. Le cerraron los ojos, sintió alivio, pero poco después un pánico envuelto en tragedia lo arropo, pánico de que si podía llegar a mover sus ojos o quizás a parpadear, seria una señal, ahora, en estas circunstancias, la tarea se convertía a heroica. Su progenitora sobre su pecho, lloraba desconsolada, y entonces sintió pena por ella, “llorando a un hijo vivo”, vaya ironía.

–Pero que es esto ella esta sobre mi pecho debe escuchar mi corazón no puede ser que no lo escuche esta justo sobre él no no no…-Pensó, y lamento en silencio, concluyo que eso era la muerte, supuso que era un castigo por los pecados cometidos, ver a tú familia llorarte y no poder hacer nada, ahí, tirado.

El peso de ella comenzó a molestarle, no intento moverse, ¿Para que?. Las temperaturas se hicieron insoportables debido a la cantidad de personas en el sitio, alguien solicito que salieran para que el muerto no se empezara a dañar.

-Dañar, que palabra tan fea-Concluyo, no obstante se dijo que era verdad, las personas cuando mueren se dañan, y él era uno.

Una fresca brisa lo atrapo, creyó en primer momento que era la ventana, que había sido abierta, sin embargo era una brisa dirigida y con un sonido mecánico al fondo, fue cuando distinguió que era un ventilador.

-Un ventilador, lo que faltaba-. “Para que no se dañe”, dijo un vecino.

El tiempo se le hizo infinito, analizo que toda esa cuestión de vida después de la muerte, era mentira, bueno, en realidad no, si lo estudias bien si había algo después, solo que no era tan agradable como pensaba. Escucho unos pasos de zapatos de tacón alto, y a su mujer diciendo: “Vamos afuera”. Descanso del peso de su madre, para recibir uno aún peor sobre sus piernas. “Vamos a terminar con este rápido para comer”, sugirió una voz, y algunas risitas se dejaron escapar. “Estaba joven, que ¿Cómo unos cuarenta?”, “Si más o menos”, contesto el otro. Cuatro minutos después, uno de ellos abrió la puerta, alterado, diciendo a viva voz: “Ese hombre esta vivo, por poco lo mato”.

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